El País, Editorial 26-02-2006
Los datos sobre los efectos del cambio climático son cada vez más preocupantes. Era sabido que la fusión de los hielos árticos alcanzó el año pasado una cota histórica, en paralelo con la temperatura media del planeta y el número total de huracanes y tormentas tropicales, pero las últimas mediciones realizadas en Groenlandia han superado las predicciones más pesimistas. La cantidad de hielo de los glaciares de Groenlandia que se precipita en las aguas del Atlántico Norte casi se ha duplicado en los últimos cinco años, debido probablemente a que la temperatura del aire en el sur de esa gigantesca isla helada ha subido tres grados en los últimos 20 años. La pérdida de masa helada ha aumentado de 90 kilómetros cúbicos al año en 1996 a 224 en 2005.
El calentamiento de Groenlandia es responsable de medio milímetro anual en la subida global del nivel del mar, que ya alcanza tres milímetros por año. De seguir esta aceleración en la fusión de los hielos, los primeros perjudicados por el aumento del nivel de los océanos serán los países pobres con grandes núcleos de población al nivel del mar. Pero no serán los únicos: el agua procedente de esa fusión no tiene sal, y los modelos climatológicos predicen que esa inyección de agua dulce alterará la corriente del Golfo y causará un notable enfriamiento de la mitad norte de Europa. Todos estos efectos no son un problema hipotético para remotas generaciones futuras. Están ocurriendo ya, y son en parte consecuencia del CO2 emitido al quemar gasolina, carbón y petróleo en la industria y los motores de nuestros coches.
Los argumentos científicos para recortar las emisiones de CO2 de manera drástica son cada día más aplastantes, y constituyen en sí mismos una llamada urgente a la acción personal y política. Los gases que ya hemos emitido garantizarían un calentamiento sostenido durante décadas aun cuando no quemáramos una gota más de gasolina desde mañana, pero el fenómeno sólo puede acelerarse si persistimos en nuestras actuales pautas de consumo energético. España, castigada por la sequía, debe corregir cuanto antes su lamentable trayectoria de incumplimientos con los compromisos de Kioto, el único programa internacional sensato y viable para reducir las emisiones globales de CO2. Las medidas inmediatas deben incluir el recorte del consumo de calefacción y aire acondicionado -el diseño de los edificios tiene mucho que ver con ello-, un estímulo decidido a las energías renovables y la restricción drástica del uso del coche. Groenlandia es la última llamada de atención. No esperemos a la siguiente.